La inmigración italiana en Perú ha tenido un impacto muy importante en la historia del país. Italianos y después peruanos de origen italiano que han ayudado a crecer y alimentar la cultura peruana.
Renato Poma, director del Instituto Italiano de Cultura, comentaba en una entrevista que la inmigración en el Perú “ …constituye una de las experiencias históricas y sociales mejor logradas y ejemplares”.
En 1872 se fundó la Sociedad de Inmigración Europea, con el fin de promover la inmigración de ciudadanos del Viejo Continente, facilitándoles pasajes y apoyo financiero para los primeros tiempos de instalación en el Perú.
Un viajero de fines de la década de los 1870 se asombraba de ver que no existía un poblado de la costa peruana que no tuviese su bodeguero italiano, y por aquella misma época se calcula que los italianos poseían un 30% de las huertas limeñas. Los italianos retomaron los viñedos y olivares dejados por los españoles, y le dieron un nuevo impulso al consumo de vinos y de aceite de oliva. En su nostalgia por la Grappa continuaron con la producción del Pisco, descubriendo las virtudes de este extraordinario destilando que no dejaron de producir y consumir.
La mayoría de los italianos procedía de la zona de la Liguria, cuya capital es el puerto de Génova, y también de Chiavarri, Sori, Spotorno, del Piamonte, y de la Lombardía. Trabajaban en bodegas o en los grandes comercios de Italia, pues tenían cierta instrucción y ese empuje empresarial, que luego los llevaría a establecerse por cuenta propia. Es así como llegaron a dominar el pequeño comercio en Lima, poniendo fondas, cafés, bodegas, panaderías, que modificaron para siempre los hábitos culinarios de los peruanos.
Los italianos llevarón con ellos su acervo culinario que se fusionó e integró en la cultura gastronómica del país y que tiene como base las pastas. En esa línea se destacan, entre otros, la preparación de los tallarines, ravioles, pizzas, ñoquis, polenta, zapallitos italianos, fetuccini a lo Alfredo, fideos al pesto, lasagna, arroz a la milanesa, una variedad de postres, y un rico y popular caldo, llamado minestrone. Fueron ellos los que llevaron el panetón navideño, el pan fresco tres veces al día y con el tiempo fundaron fábricas de chocolates, heladerías, etc. Es decir que, en Perú, echaron bases suficientemente sólidas como para que la cocina que marcho con ellos no fuera solamente una moda, como la francesa, sino que estuviera respaldada por una industria alimentaria en creciente expansión y aceptación por el pueblo peruano.